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Ponencia 1 La conceptualización de la paz imperfecta.

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Réplica al foro de Debate (Ponencia 1) de MARIA AMELIA TEY TEIJON - viernes, 2 de junio de 2006, 11:57
 

Buenas tardes a todos,

Antes que nada quiero agradecerles todos los comentarios que han hecho sobre la ponencia que he presentado a este congreso. Han sido muy interesantes y realmente han matizado, complementado y enriquecido el escrito inicial. Con esta intervención espero responder las cuestiones que han ido planteando y, para ello, iré apuntado algunas ideas con la intención de relacionarlas con sus comentarios anteriores.  

Pero, previo a ello, quiero realizar dos consideraciones generales.En el texto hemos citado autores que nos parecen fundamentales para el tema que nos ocupa aunque somos conscientes que hay otras referencias, conocidas aunque no mencionadas, igualmente interesantes. La elección siempre conlleva un riesgo pero en este caso no citar otras fuentes no implica obviarlas y esperamos que las identifiquen alleer entre líneas.

En segundo lugar como ustedes han podido comprobar la ponencia es un escrito breve, con el que pretendíamos un doble objetivo. Por una parte exponer, a grandes rasgos, la idea de la paz imperfecta, su relación con la convivencia y con otros temas educativamente claves como la educación en valores. Son conceptos fundamentales educativamente pero también complejos, de amplio alcance y en los que debemos considerar muchas variables como factores influyentes –directa e indirectamente–. En varias de sus intervenciones utilizan expresiones como “...es una asignatura pendiente”, “...todavía es escaso”, “es necesario...”, que denotan el camino que nos queda todavía por recorrer. En este sentido es en el que nos referimos al tema como un reto educativo en el que valoramos todo lo que hemos avanzado y, precisamente el análisis de este avance, refleja nuevos elementos que debemos atender.

Por otra parte la ponencia pretendía generar debate, puesto que el tema que nos ocupa es susceptible de matices y miradas personales. Precisamente este debate que se ha generado es el que consideramos que debe producirse en los centros puesto que las subjetividades de interpretación deben converger en la construcción de una propuesta, de educación en valores, dinámica pero a la vez sólida y consistente, con la que los diferentes profesionales del centro se sientan identificados y que genere actitudes coherentes con los valores que, de manera abstracta, hayan podido formular.  

La responsabilidad, el compromiso y el respeto, entre otros, son ejemplos de valores. Son valores en abstracto, porque todos ellos son ideales hacia los que queremos tender, pero también son valores que se interiorizan ante realidades concretas. Precisamente, el reto educativo al que hacíamos referencia se refiere a la transformación de esos valores, en un principio abstractos. Por esta razón compartimos con algunos de ustedes, que los valores orientan la vida y por ello también creemos que son esenciales para la persona.

Es cierto que la interiorización de los valores es una tarea educativa progresiva, no meramente escolar, en la que la familia tiene mucho que hacer y decir. Pero también la escuela. Evidentemente, el reto educativo es doble, puesto que como profesionales incidimos directamente en los alumnos pero también debemos considerar la influencia de la familia en este terreno. La incoherencia de planteamientos entre la familia y el profesorado es uno de los obstáculos más difíciles de superar porque ambos agentes tienen una función educativa y son reconocidos socialmente por ello. Lo grave se produce cuando uno desautoriza al otro en lugar de buscar los mínimos que puedan compartir por pequeños que parezcan. Como mínimo comparten el interés por el alumno o hijo. Ahí está el reto educativo aunque ello no debe llevar en ningún caso a la frustración profesional del docente si no observa acercamientos de la familia. El profesorado es un agente educativo fundamental pero no el único y, en ningún caso, debe recaer sobre el la única responsabilidad.

Para educar valores y no quedarnos simplemente en la elaboración de un discurso teórico, debemos considerar los diferentes escenarios educativos en los que incidimos directamente, y también aquellos en los que nuestra presencia es indirecta. Las tres vías de aprendizaje -observación, práctica y construcción- devienen una realidad a la que debemos atender. Podemos crear condiciones, y aprovechar situaciones espontáneas cargadas de valores, y podemos elaborar actividades concretas surgidas de temas moralmente relevantes. En ambos casos intentamos generar una reflexión posterior a la reacción, fruto de la sensibilidad y susceptible de generaremociones y/o sentimientos.

Únicamente interrelacionando desde un inicio razón y emoción llegamos a la construcción de una matriz de valores y desarrollamos los mecanismos personales para mostrar la coherencia conductual con la misma.

Pero, ¿cómo establecer los valores mínimos? Nuestra experiencia al respecto nos lleva afirmar que podemos hacerlo, en el ámbito de aula, con alumnos desde los primeros cursos de primaria. Ellos tienen muy claro lo que pueden y lo que no pueden hacer en clase, lo que favorece y lo que entorpece la convivencia. Proponer la construcción de normas de convivencia con el grupo es una actividad muy interesante puesto que el resultado final no suele distanciarse mucho de nuestra opinión, lo que satisface al docente e implica al grupo clase. No obstante, queremos apuntar que -sobre todo en los cursos inferiores- hay que trabajar paralelamente en la interpretación de la norma puesto que tienden a asumirla sin matices. Les contamos un ejemplo que vivimos en primera persona que puede resultar clarificador. Hicimos este trabajo con un grupo de niños y niñas de segundo de primaria que llegaron a la conclusión, entre otras, de dos normas: no tirar papeles al suelo y seguir las filas. Se dio el caso de un niño que salió de la fila para tirar el papel de su bocadillo a la basura, y como había “salido” de la fila-se había saltado una norma- sus compañeros consideraban que debía ir el último. En este caso no podían entender que lo había hecho para seguir otra norma -no tirar papeles al suelo- y no podían hacerlo porque una norma implicaba únicamente a un sujeto mientras que la otra les atañía a todos ellos -¡¡¡Era la fila de todos!!!-.

Es cierto que la transformación de este discurso en actividades pedagógicas puede favorecerse con una formación específica por parte del profesorado en dinámicas de grupos y estrategias que propicien la introspección, ya que el progresivo conocimiento de uno mismo y la aceptación personal ayudan al reconocimiento respetuoso del otro. Compartimos que el respeto hacia los demás sólo es posible en la media en que existe el respeto hacia uno mismo. Posterior a esto, las personas podemos convivir con otras personas cuando desarrollamos las habilidades que muestran nuestra capacidad para ello. La incorporación de las habilidades sociales en alguna de las intervenciones del foro me parece muy oportuna puesto que permiten a la persona que muestre una mayor cantidad y variedad de comportamientos adaptándose a los diferentes contextos y pudiendo establecer relaciones sociales positivas, sin falsear su yo más auténtico. No queremos dejar de expresar que estamos de acuerdo con una participante que recuerda la importancia de considerar también las tecnologías de la información, que con sus diversas formas están modificando las formas de convivencia pudiendo compartir un espacio físico o virtual. Además, en este último caso el proceso comunicativo y el diálogo debe atender ciertos elementos diferentes a la comunicación presencial.

La formación del profesorado es importante, el rol del educador social también es interesante, pero también destacamos el clima moral del centro y la implicación del alumnado. Además son dos elementos que se nutren mutuamente puesto que, a nuestro entender, el compromiso del alumnado con el proyecto educativo será mayor cuanto más rico afectivamente sea el clima del centro, más coherente se perciba, más consistentes sean las normas planteadas y cuanto más conocidas sean.

La consideración de la conflictividad positiva no elimina el malestar que se genera tras una situación conflictiva pero disminuye las consecuencias al valorar el hecho como constructivo. Cito textualmente un párrafo de la ponencia en el que expreso que “la conflictividad positiva intenta aprovechar todos los componentes del problema para trabajarlos y encontrar una solución educativa, entendiendo que este es una forma de socialización, a menudo la única para el alumnado adolescente.Previo a ello es necesario que el profesorado consiga no personalizar el conflicto para conseguir el máximo de objetividad, porque son casos en los que debe actuar como profesional, desde su vertiente técnica y no artesana o vocacional.” En este párrafo queremos destacar la vertiente técnica del profesorado para potenciar el análisis y actuación desde la atención justa hacia el alumnado, evitando las reacciones centradas exclusivamente en la asistencia y el cuidado afectivo. El tándem de atención justa es lo que, desde nuestro punto de vista ofrece el análisis y reacción más apropiada en estos casos.

Es cierto que la paz imperfecta no es lo mismo que participación, pero creemos que la aceptación de la paz imperfecta puede favorecer una mayor participación, puesto que implica la consideración de la flexibilidad dentro del orden, del dinamismo dentro de la coherencia y conlleva un proceso de construcción en el que, como decíamos en líneas anteriores, el diálogo entre y con los alumnos favorecerá su participación e implicación en el proyecto del centro. Es importante matizar que dinamismo no es sinónimo de relativismo y cuando hablamos de construcción no lo hacemos pensando en una constante elaboración de normas. Al contrario, son necesarios unos esquemas de referencia estables para la interpretación de las normas y para conseguir una convivencia desde la paz imperfecta.

En esto consiste la educación del saber convivir, asumiendo la presencia de ciertos conflictos y sintiéndose capaces de gestionarlos.Precisamente la conflictividad es resultado de la gestión de los conflictos vividos como momentos puntuales de malestar -entre varias personas o con uno mismo- que pueden llegar a enrarecer el ambiente hasta generar interpretaciones negativas de todo lo que acontece. La conflictividad positiva difiere radicalmente de lo anterior puesto que evidencia la presencia de los conflictos, que intenta anticipar para evitar tener que “controlar” las conductas. La apuesta por el aprendizaje de la gestión de los conflictos se relaciona con la conflictividad positiva mientras que el control lo aparejaríamos a una visión más negativa d la conflictividad.

Con esto finalizo mi intervención, no sin antes reiterar mi agradecimiento por su participación. Espero haber respondido a sus preguntas e inquietudes y quedo a su disposición para lo que deseen.

Muchas gracias y hasta siempre.
Amelia Tey

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