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Ponencia 3a Relación ¿entre iguales?

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de Rubén Gutiérrez Daster - viernes, 26 de mayo de 2006, 18:21
  Grupo "Educar en Relación". Pilar Laura Mateo, Babel Ayala, Luis C. Pérez Arteaga y Rubén J. Gutiérrez d'Aster 

En la escuela se puede observar que los conflictos entre las chicas y los chicos adolescentes responden en su mayoría a sus diferentes formas de relacionarse. Por eso no es de extrañar que algunas chicas se desplacen hacia lo que se ha venido entendiendo como el mundo de los hombres y para obtener valor y reconocimiento adopten la competitividad y la fuerza bruta como modelo, mientras que otras se refugian en un modelo tradicional y tratan de hacerse visibles por medio de la seducción sexual o la manipulación.

A su vez, los chicos, educados en la lógica del poder y la agresividad, no acaban de entender lo que se espera de ellos y viven el creciente protagonismo de las chicas como una amenaza a su identidad, lo que en ocasiones les lleva a reaccionar violentamente.

Este evidente desencuentro esconde la incapacidad de los actuales modelos de relación para proporcionar a ambos sexos una situación de mutuo reconocimiento. Esto genera un conflicto constante en las aulas, un conflicto que a fuerza de no reconocerse, se ha convertido en invisible. Así, las chicas se ven obligadas a moverse en una ambigüedad entre lo que les decimos que pueden llegar a ser y lo que la sociedad les exige que sean, o lo que es lo mismo, entre sus deseos y los deseos del otro. Asimismo, los chicos carecen de recursos para comprenderse y expresar su malestar con palabras, por lo que acaban respondiendo de forma violenta.

Son, pues, dos mundos que no acaban de encontrarse, y que necesitan un espacio neutral donde aprender a ser amigos, donde respetar su diferencia y construir libremente su identidad.

La escuela coeducativa podría ser el espacio privilegiado para ese encuentro. Por ello, hay que generar actividades entre nuestros jóvenes que les haga reflexionar sobre el mundo de las relaciones personales, la importancia que tiene el aceptar y querer al otro tal como es y, sobre todo, la importancia de respetar y querer su libertad.

Parecen muy interesantes las propuestas de Isabel cuando habla de la amistad y la cooperación entre los alumnos pero hay que avanzar más en esa línea. No olvidemos que la amistad es un bien maravilloso y gratuito. Es decir, no tiene precio, pero sí, un gran valor. Por algo se dice, que «quien tiene un amigo/a tiene un tesoro».

Sin embargo, es un bien muy frágil, es decir, una vez que ha surgido hay que saberlo alimentar y mantener. Amistad no quiere decir que se esté de acuerdo en todo. Tampoco que no surjan conflictos entre las partes, pero si se es capaz de respetar esas diferencias y de resolver los conflictos de forma que podamos reparar nuestros fallos y reconciliarnos sinceramente con la amiga o el amigo habremos salvado nuestra amistad. 

Los peores enemigos de la amistad son la deslealtad y la falta de reconocimiento y de respeto. Otro gran obstáculo para desarrollar una verdadera amistad son las ideas preconcebidas acerca del otro/a. Es decir, el tener una idea fija (o un estereotipo) de cómo debe ser, y cómo se debe comportar la amiga o el amigo.

La amistad entre personas de diferente sexo siempre ha planteado unos problemas más específicos que la que se plantea sólo entre chicas o sólo entre chicos, primero, porque tradicionalmente la sociedad no ha admitido la existencia de esa amistad, y después, porque los anteriores modelos educativos para mujeres y hombres eran muy rígidos y totalmente opuestos, lo que no les permitía tener aficiones o hacer cosas en común.

Aunque hoy en día las cosas parecen haber cambiado algo, seguimos arrastrando un montón de prejuicios y restos de modelos anteriores que no nos dejan construir una verdadera amistad entre chicas y chicos. Sin embargo, sí que podemos intentarlo, y para ello es imprescindible que veamos la individualidad de la otra persona, por eso los estereotipos son tan negativos, porque nos limitan y empobrecen nuestras posibilidades de relación.

Debemos plantear actividades que sirvan precisamente para indagar cómo funcionan los estereotipos en la clase. Responden en su mayoría a sus diferentes formas de relacionarse. Sin embargo, lo que se les dice es que son iguales y que deben comportarse igual. Presas de esta contradicción y sin saber cómo sobrellevarla, chicas y chicos se relacionan entre sí como pueden.
de MIGUEL ANGEL MODREGO GONZALEZ - domingo, 28 de mayo de 2006, 22:36

Para quien se incorpora a última hora, es dífícil ya hacer nuevas apreciaciones o comentarios sobre los que anteriores participantes han hecho tan válidas aportaciones. No obstante, quisiera aprovechar la ocasión que este Congreso nos brinda para, tras felicitar a Isabel Fernández por su incansable entusiasmo y acierto, reflejar un par de cuestiones respecto a las propuestas que plantea.

Con cierta vergüenza confieso que hemos intentado poner en marcha un progama de mediación entre alumnos en un Instituto, sin haber tenido la paciencia de esperar a que el centro realizase los pasos previos que propone la autora. Las circunstancias nos hicieron tratar de aprovechar la oportunidad y pese a los aspectos mejorables, que los hay en abundancia, nos alegramos de habernos decidido a brindar esta oportunidad a nuestros alumnos y alumnas. Hemos tenido el privilegio de contemplar una nueva mirada en ellos y es precisamente este aspecto el que quisiera tratar de aportar al debate.

Para algunos alumnos y alumnas, con historias académicas no precisamente brillantes, asistir al taller de mediación, percibir el progreso en sus habilidades sociales, sentirse respetados en su papel de "mediador" aunque fuese en una situación simulada, recibir su diploma de formación... creemos que ha supuesto una experiencia vital muy positiva y gratificante.

Aunque nuestra experiencia es muy limitada (estamos en nuestro primer año) nos atrevemos a vislumbrar la enorme potencialidad que tienen tanto la mediación, como los sistemas de ayuda entre iguales, para el desarrollo y la integración de los alumnos y alumnas procedentes de minorías étnicas o de otros paises y culturas. Son, sin duda alguna, cauces de integración plena y de prevención de exclusión social que están a nuestro alcance y que constituyen una auténtica adaptación curricular de centro.

Con una propuesta muy modesta, sin experiencia previa, hemos conseguido que un grupo amplio de alumnos/as acudiesen fuera de su horario lectivo a participar en un taller de formación en mediación que nos ha permitido aprender con ellos y vivir una experiencia muy enriquecedora.

Un modelo mixto, que incorpore en las horas de tutoría parte de los contenidos a trabajar, y que se complete con unas cuantas sesiones de formación extra y una salida formativa (tal y como propone Isabel Fernández) creemos que es una propuesta perfectamente asumible en nuestro entorno rural, en que gran parte del alumnado acude transportado.

A estas alturas de curso, con el cansacio acumulado, queremos aprovechar la ocasión para dejar constancia de que la experiencia aportada a los alumnos/as creemos, sin duda alguna, que ha merecido la pena. Nos lo corroboran sus miradas captadas en las grabaciones de las sesiones y que nos han permitido descubrir detalles que nos pasaron inicialmente desapercibidos.

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